Con los dedos jugaba inconscientemente con el vaho que se formaba sobre el cristal, en un movimiento circular, repetitivo, casi autista, que era la única señal de vida que se reflejaba en aquel cuerpo inmóvil, casi maniquí, que no despegaba la vista de la ventana. Ningún detalle se le iba a escapar. Si pestañeaba podía perder el momento en que él finalmente apareciera, podía dejar escapar ese instante de sorpresa y alegría que habrían hecho que esa larga espera valiera la pena.
Una gota de agua rodó por su dedo, cruzó por el montículo que dibujaban las venas en su mano y empapó su muñeca rígida. Un frío sobrenatural subió por su brazo, atravesó su pecho, salió por los ojos y volvió a caer en sus dedos, para retomar nuevamente el movimiento circular en la copa. No podía perderse ningún detalle. No debía pestañear. Respiraba con dificultad, con una serenidad autoimpuesta, todo con tal de no alterar la escena perfecta que había dibujado con su mirada interior.
El peso de las horas hizo que un mechón de cabello cayera sobre sus ojos. Lo apartó con la mano húmeda y sintió el frío en su cara, cuando sus dedos arrugados por la humedad y la larga espera, rozaron su rostro. Acostumbrados al agua, esos mismos dedos limpiaron dos nuevas gotas que se formaban como el vaho de sus ojos, agua salada que sería la única calidez que sentiría por hoy.
Mañana, y el día que le seguía, y por muchos días más, regresaría a la misma mesa y al mismo lugar, mientras sus dedos seguían arrugándose a la espera de alguien que nunca iba a regresar.
2 comentarios:
Tengo curiosidad: ¿que fue primero? ¿el cuento o las fotografias?.
Saludos.
Las fotos fueron primero. El domingo pasado estábamos en la Esquina de Buenos Aires, almorzando, y entró esta mujer espantosa con cara de desquiciada, que se sentó en la mesa de al lado... Le hice toda una sesión de fotos sin que se diera cuenta, jeje, en todo caso, escogí una en la que ella no se iba a reconocer.
Y como esta foto me gustó, fue la que inspiró la historia :)
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