"Maleza, maleza, miras hacia lo alto como si fueras realeza", le dijo el viajero con tono burlón mientras imaginaba su pie aplastándola.
"Puedes caminar sobre mí y vivir con la ilusión de haberme destruido," contestó la maleza, "o puedes dejarme en paz y creerte un dios al haberme perdonado la vida."
"Dicen que hierba mala nunca muere, pero te veo demasiado frágil para ser eterna", continuó el viajero amenazador.
"También dicen que poco conocimiento es peligroso," dijo la maleza sin doblegarse. "Lo que sabes de mí es tan poco, que no conoces lo caro que puede costarte mi destrucción."
El hombre rió. "El día que me doblegue ante una planta será el día en que termine mi camino."
"Haz lo que quieras," concluyó la maleza, "si me aplastas volveré a nacer; pero tú... ¿cuántas vidas crees que un hombre pueda tener?"
El viajero la observó con ira contenida por unos instantes y luego siguió su camino sin mirar atrás. La maleza, por su parte, ni se rió ni se jactó; después de todo, la realeza no podía rebajarse tanto.